31.7.06

Sin noticias de Claudia.

El sábado me desperté a las doce y media y no había nadie en casa. La situación se me hizo extraña. Era el primer fin de semana en mucho tiempo que despertaba solo.

Tuve la sensación de que algo andaba mal.

Vito no estaba en su cesta y Claudia había cogido las llaves del coche.

Di una vuelta por la casa, para ver si estaba. Me pregunté dónde se habría metido, y porqué se había llevado al perro.

La casa permanecía muda, en un extraño silencio. Lo único perceptible era el leve quejido del viejo parquet bajos mis pies descalzos.

Busqué algún post it, alguna nota en la nevera... Pero no había nada.

No quise darle mayor importancia, así que me senté a desayunar tranquilo. Aunque, en el fondo, sabía que algo no iba bien en mi interior.

Sentía una incierta ansiedad -Puede que sea el calor- me dije. Y decidí darme una ducha fría para despertar y así calmarme un poco.

24.7.06

07:00 am

No le importaba madrugar. Es más, le gustaba. A esas horas por las calles corría un viento fresco y el sol aún no calentaba.

Se miraba en el espejo mientras se abrochaba los botones de la camisa. Se sentía bien, fresco, cómodo. Unas sandalias, unos tejanos y una camisa con el cuello desabrochado.

Pensó que la camisa, de color negro, hacía juego con su barba de seis días, y decidió no afeitarse. Se peinó, cogió las llaves del coche y salió de casa.

El mini cooper rugía y enfilaba la rampa de salida del párking sin pereza.

Mientras se abría la puerta una silueta de mujer se dibujaba a contraluz.

19.7.06

Es ella, en serio.


Había soñado mil veces volver a verla. Había imaginado incluso cruzarme con ella por las calles de Barcelona, volver a encontrarme con su mirada y quedarme clavado de nuevo, entusiasmado por aquellos ojos verdes.

Había fantaseado con ella, con hacerle el amor, había imaginado el encuentro de casi todas las maneras posibles.
Pero no esto.
Había imaginado siempre mis reacciones ante ella. Besarla sin más, sin nisiquiera mediar palabra. Invitarla a cenar y llevármela a la cama. Hacerle el amor con violencia. Morderla suavemente y sentir sus pechos, grandes, apretados contra mi cuerpo, enredarme en su pelo negro, y que me mirara con aquellos ojos rasgados.

La había soñado entre mis brazos, contra una pared, en los lavabos del aeropuerto, arrodillada y sometida entre mis piernas...

Eran mis películas, mis fantasías. Nunca me había planteado la posibilidad "real" de volver a verla.

Y allí estaba ella, vestida con una camiseta negra y unos tejanos. Sencilla. Elegante.
Saludaba a todos lo de la oficina con un aire cordial, simpática y accesible.
Me sentí contento. Era esa sensación que tienen los niños cuando, a mitad de curso, llega un chico nuevo a la clase.

Era una sensación limpia, de bienestar. Simple alegría.

Llegué a casa pasadas las cuatro de la tarde. Vito dejó los juguetes con los que se entretenía cuando abrí la puerta, saltó de su cama y vino corriendo a recibirme. Salimos a pasear y por primera vez en mucho tiempo no pensaba en nada. Me sentía tranquilo, agusto conmigo mismo. Fui a buscar a Claudia, contento, con ganas de verla. Estaba feliz.
Me di cuenta de que justo en el instante en que aquella chica había entrado en la oficina desapareció mi obsesión por ella.
- Hoy nos vamos a cenar fuera- le dije a Claudia
Me besó acariciándome la cara, sonrió, contenta, y me susurró al oído
- ¿Y eso?
- Te lo mereces...
- Eres un cielo.

17.7.06

El Chiste tonto

- Esta noche hay lluvia de estrellas.

- Bfff...Y yo sin paraguas...

13.7.06

Carla.

Abro los ojos. Me despierto atravesado en la cama. Estoy solo en casa–Claudia siempre se levanta antes que yo-, relajado. Tengo ese sueño liviano del despertar, pero me siento bien, he descansado y hace buen día. Hace sol.

Las sábanas son blancas y las paredes, pintadas de color vainilla, le dan mucha luminosidad a la habitación (me siento como si estuviera en un anuncio de BMW ¿te gusta dormir? ). Levanto la cabeza despacio.

Vito está tumbado junto a la cama y al ver que me muevo ligeramente enseguida viene a hacerme cosquillas en los pies. Sonrío y me incorporo con calma.
Me pregunto que hora será. Me estiro hacia la mesita de noche y cojo el móvil. Son las...

- ¡Me cago en la puta! ¡Las diez y media!

Salto de la cama dando un bote, los ojos como platos. El perro sale de la habitación. Abro el armario, agarro unos tejanos y me los pongo lo más deprisa que puedo. Me abrocho el último botón y cuando voy a buscar una camisa me paro en seco.

Un momento, hoy es miércoles. No tengo reunión hasta las doce.

En ese momento entra Vito por la puerta con la correa en la boca, la deja en el suelo, se sienta y me mira. Tengo la sensación de que se está riendo de mí. Me siento en la cama y suspiro aliviado. Mejor me ducho y desayuno... así me despierto un poquito.

Once de la mañana, salgo a la calle, al abrir la puerta una bofetada de aire caliente me echa para atrás y mi cuerpo tarda unos segundo en aclimatarse. 39 grados. A Vito le da igual y tira de mi desesperado hasta el primer árbol que encuentra para aliviarse.

A las doce menos cuarto llego a la oficina, dejo las cosas en mi mesa y oigo como mi jefe habla con alguien nuevo, le está explicando lo que hacemos y cuales son sus "principios".

Van caminando por el pasillo que lleva a nuestra sección y al oirlos llegar siento que es una chica, lleva tacones.
Me giro y la sangre se me congela. No puede ser. Me he quedado en blanco. No se qué cara he puesto, pero ella ha esbozado una sonrisa (preciosa por cierto) y yo creo que necesito sentarme.

Mi jefe nos presenta...

- M, ella es Carla, va a colaborar con nosotros hasta que acaben las obras de...(Ahí ya dejé de escucharlo, era incapaz de prestar atención a nada)

12.7.06

Me gusta que me lean.

Esto me lo planteaba yo ya hace algún tiempo, y reflexionaba el otro día mientras barría la terraza del bar en el que trabajo (eran casi las 2 de la mañana, y Dios! que bien se está en la calle a esas horas, con la fresca, en silencio, sin gente, sin coches, me he dado cuenta de que "ese" barrer me relaja. Es mi momento de soledad del día, en el que disfruto y me siento tranquilo y pienso...) y llegué a una conclusión.

Me gusta que me lean.

Es cierto que prefiero que sea gente anónima (que no conozco, que no me conozcan personalmente) aunque a veces escriba con toda la intencionalidad del mundo y deseando que ese alguien caiga aquí por casualidad y se encuentre con lo que "le digo" sin decírselo, prefiero muchas veces opiniones ajenas, que tengan una cierta imparcialidad, algo diferente a lo que sé que voy a oir de la boca de mis amigos de siempre, quizá encontrar gente nueva, con mis mismas inquietudes, pero diferentes a mi.



Yo sigo escribiendo en mis libretas de siempre, y cuendo siento que lo necesito. En el trabajo, en un bar tomando café... donde me entre la "inspiración". Pero eso sí. Que no me encuentre nadie conocido, que me cortan el rollo, cojones. No lo soporto.

En el bar de la facultad... tranquilo, sentado al fondo, café con leche y la cabeza ne las nubes... me da el venazo (como yo lo llamo) y le doy al Pilot sin prestar atención a nada de lo que pasa a mi alrededor... me enajeno, no se que me pasa... y de repente a mi lado...

- ¿Qué haces?

Me rompe todo lo que estaba pensando... y luego retoma si puedes...


Total, que guardo lo que tengo y luego ya veremos. Porque ni publico todo lo que escribo, ni comento todo lo que leo ni visito a todos los que me visitan.

Si llego a un blog y me gusta, vuelvo. Si siento que quiero decir algo, comento. Y si pienso que puede gustarle lo que escribo le invito.

No hay más. Me gusta que me lean, me reconforta, y no me importa admitirlo.

Saludos a todos, y besos a ellas... jejeje...

11.7.06

Sevilla Connection.

Son las ocho de la tarde. Me suena el móvil. Miro la pantalla...

954... "Coño ¿y este número? Esto es de Málaga... o de Sevilla, por lo menos..." (lo cojo)

- ¿Sí?
- "Buenah tarde"
- Hostia puta J! Que pasa!
- Bueno, mah conocío, cabrón, yo que te quería gahtar una broma, jejejeje...
- ¿Qué tal tio? Que alegría macho, ¿como estás?
- Mu bien, ¿y tu?
- Pues también, de puta madre, mira, currando ahora...
- ¿Si? Yo también, estoy en el restaurante
- ¿Y como va?
- Mira! Me han hecho "metre" tio!
- ¿Qué dices?! Joder, que bien, no?
- Ya veh, ara estoy aquí... coordinando a loh camareroh.... jejeje... ¿y tu que? ¿como vah con lo tuyo?
- Bien tio...Sigo en lo mio, y por las noches currando en el bar... voy a tope, como siempre.
- Joer... Pues yo que te llamaba porque ma salío un trabajo ahi en Barcelona, macho... Haciendo medicioneh y presupuestoh... Pero no puedo irme tio.
- ¿No? ¿Y eso?
- Eh que... me comprao un piso tio!
- Olé! ¿Qué dices?! Joder! estás que te sales! Sí señor... Yo me voy a vivir fuera un tiempo.
- ¿Sí? Pos tu tranquilo que anteh de irte noh vemoh... Que la semana que viene estoy en Barcelona unoh diah capullo!
- ¿Cómo?
- Que ya lo tengo tó, illo, el avion... y tó... jejejeje...
- Jejeje... eres el rey!

(y así siguió la conversación hasta casi una hora...)

Qué alegria que te llame un colega del que hace tiempo que no sabes nada y que te diga que se presenta aquí en una semana.

6.7.06

Antiguos desiertos

Atravesé áridos días, desérticos.
Caminé sobre los cristales
de un sentimiento roto.
Para darme cuenta
de que al final del camino
me habían crecido alas.


19/07/2005
26/01/2006

3.7.06

En el aeropuerto (...continuación de la primera etapa)

Miré mi reloj, eran casi las siete de la mañana y el sol del amanecer se colaba por las rendijas de mi persiana.
Hacía ya días que no dormía bien. Andaba como derrotado, vagando con un sentimiento a veces de culpa y otras veces de sosiego. Pero el caso es que desde el momento en que me encontré con ella en el aeropuerto, no pude dejar de pensar en aquella chica de ojos verdes. La tenía cruzada en el pensamiento, y lo peor de todo eran mis ganas de volver a verla. Sentía cada vez que me levantaba un irremediable deseo de encontrármela de nuevo, sentía casi necesidad de volver a verla.

Y ahí estaba yo. Insomne. Sentado en mi cama, mirando hacia el infinito por una ventana, mientras mi novia dormía a mi lado, ajena a todo lo que se gestaba en mi interior. Aquello era lo que más me pesaba. Había dejado de quererla. Estaba con ella por inercia, por miedo a cambiar y romper seis años de felicidad a su lado. Por no hacerle daño. Ya no la quería, pero me resistía a aceptarlo con todas mis fuerzas, luchaba por engañarme a mí mismo, y hacerme creer que todo aquello no era más que una mala racha, que pasaría, y que volvería a sentir las mismas ganas de estar con ella que tenía antes.
Antes de que apareciera en mi vida aquella chica que con una mirada despertaba en mi algo que yo creía desaparecido.

Y ahí estaba ella, dormida. Con su lento respirar, su carita de ángel, sus besos durante todas aquellas noches, sus caricias en mi pelo y aquel aire de niña buena mientras descansaba. Aquella imagen se hacía pesada en mi conciencia.

Me levanté de la cama con cuidado de no despertarla y salí a la calle con mi pequeño bull dog francés. Compré la prensa y me senté a desayunar en una terraza del barrio gótico de Barcelona, con la intención de dejar de pensar en todo. Hacía un día estupendo, era temprano, había poca gente por las calles y aun se sentía el aire fresco de aquella soleada mañana de domingo. Quise abandonar por un momento todo lo que me estaba pasando y desconectar de mi vida centrándome en las noticias, pero no pude.

Una vez más me asaltó la pregunta de “¿qué hacer?”

Ser valiente, abandonar mi vida y empezar de cero, o dejar que pase el tiempo y no atreverme a dar un paso que, aunque lo niegue, en el fondo estoy deseando dar...